miércoles, 31 de octubre de 2012

EL ARTE COMO RITO



“La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de 
espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora
 en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado 
un grado que le permite vivir su propia destrucción 
como un goce estético de primer orden.
Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. 
El comunismo le contesta con la politización del arte.”
Walter Benjamín

Fuente: no registra nombre

Pensarnos el arte como un cómplice del desarrollo comunitario, nos obliga a reconocer las inscripciones que el arte tiene hoy en las leyes del mercado, en los discursos hegemónicos, en la valoración, calificación y lógicas de la sociedad moderna. Es por esto que evocamos a Walter Benjamín, pensador judío marxista quien en su texto “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” reflexiona sobre el arte, situándolo en una época donde las características industriales y tecnológicas de la sociedad permiten la réplica inconmensurable y la estetización de la política llevada a cabo por el régimen nacional-socialista alemán, el cual explotó al máximo al pueblo subordinándolo a un “plan común” mediante la utilización de complejos aparatajes mediáticos-estéticos, tendientes a sobrenaturalizar al encargado de dirigir los destinos de la alicaída nación”[1], permitiéndonos ejemplificar como el arte puede servir como estructura de control o persuasión de masas para el poder dominante.

Al final de su ensayo Benjamín hace una sentencia: “La politización del arte”, frase ésta que genera múltiples interpretaciones, por ejemplo, algunos plantean que apuntaba a una izquierdización de las prácticas artísticas, a la panfletización del arte, a la puesta al servicio del arte para fines político-revolucionarios, otros en cambio creen que señalaba “que el arte antes que evidenciarse en su rol colaboracionista con un movimiento político, antes de abanderizarse y aparecer como comprometido con una causa, antes de reaccionar contra lo establecido, debe preguntarse por su papel en la sociedad y, en los factores que determinan su accionar en la misma”[2]. Pero más allá de pensarse la apuesta política que pueden asumir las artes, quisiéramos reparar en la  sensación repulsiva que genera esta frase, para quienes hemos creído en el arte como una de las pocas formas que se nos permite experimentar la libertad.

Este escrito, parte de reconocer, que el arte siempre ha hecho intervención social, tal como lo evidencia Benjamín, sea esta su intención o no. Mas, la oportunidad que tiene él mismo, no es dicha intervención, es la posibilidad de ser lo “único que redime al hombre”[3]. Por ello al asumir un ejercicio artístico como la posibilidad de hacer una intervención social, consiente, intencionada y consecuente con una perspectiva de desarrollo comunitario, es necesario preguntarse: ¿Cómo no robarle al arte su posibilidad emancipadora? y ¿Cómo no hacerlo? en una sociedad donde la posibilidad de reproductividad técnica convirtió a las producciones artísticas, en algo mediático, efímero, veloz, consumible e inevitablemente perpetuador  de una cultura Eurocentrica…no es gratuito encontrar impresa en camisetas, la Monalisa con una botella de Coca Cola en sus manos…


Entonces, tras el riesgo de politizar el arte y robarle su magia en ejercicios políticos como la intervención social, podemos plantear una posibilidad donde el arte sea una estrategia de intervención; pero que a su vez, siga siendo el viaje catártico hacia el interior del ser y la manifestación no coaptada de la emoción, del espíritu… 

…esta opción es el rito, volver a convertir el arte en rito…

Esto implica, la necesidad de trascender la denuncia, la sensibilización o concientización que puedan realizar las artes tras un discurso exhibitorio, por varias razones: primero, no nos interesa la denuncia, sensibilización y demás reacciones de quien es expectante de la obra, puesto que no pretendemos condicionar, persuadir o convencer a nadie sobre una idea de mundo; segundo, la exhibición no debe ser algo que nos convoque, dado que la exhibición de los ejercicios artísticos conlleva a la búsqueda consiente o no de la legitimación del mundo del arte, el cual  está condicionado a discursos modernistas y construcciones que se han hecho en el arte Europeo y en la América poscolonial. Y tercero, la exhibición presupone un ejercicio de comunicación, que puede o no darse y en la que el artista puede o no estar interesado; pero sólo hasta que se elimine totalmente la posibilidad de interacción de la obra con el otro, puede estar la producción insubordinada al interés o temor de impacto que la obra genere en un auditorio. Es entonces, cuando se asegura la plenitud de un ejercicio libre.

El arte no siempre fue exhibitorio, si tenemos en cuenta que, en la edad de Piedra el dibujar en las paredes era un instrumento mágico, si lo exhibían ante sus congéneres; pero estaba sobre todo destinado a los espíritus. Benjamín dice “hoy nos parece que el valor espiritual empuja a la obra de arte a mantenerse oculta: ciertas estatuas de dioses sólo son accesibles a los sacerdotes en la «cella». Ciertas imágenes de Vírgenes permanecen casi todo el año encubiertas, y determinadas esculturas de catedrales medievales no son visibles para el espectador que pisa el santo suelo.  Solo a medida que las ejercitaciones artísticas se emancipan del regazo ritual, aumentan las ocasiones de exhibición de sus productos.”[4]

El arte debe ser nuevamente un ejercicio principalmente espiritual, un viaje intimo, privado hacia el interior del individuo. En una época ruidosa donde el encuentro con sí mismos  requiere de la complicidad del silencio, es casi imposible. El arte redime al hombre, siempre y cuando no nos interese lo externo. La posibilidad creadora no debe estar sugerida como un descubrimiento del mundo, si no como una reconstrucción de sí mismos.

Solo desde allí puede el arte servirle al desarrollo comunitario posibilitando trascender el consiente, deconstruir los habitus[5], y debelar la diversidad de sueños, de mundos, de imaginarios, de ideas de desarrollo u cualquier otra forma de pensamiento.

Por:     Ángela Andrade
           Magnolia Losada
           Nathalie Guerrero I.



 VÍDEO:












[1] VALLEJOS, Cristóbal. “La politización del arte: la vuelta a lo humano. Revista Punto de Fuga. Universidad de Chile
[2] VALLEJOS, Cristóbal. “La politización del arte: la vuelta a lo humano. Revista Punto de Fuga. Universidad de Chile
[3] Parafraseando a David Sánchez Juliao, escritor Colombiano, (1945-2011)
[4] BENJAMIN, Walter. La obra de arte en la época de su reproductividad técnica. Tauro. Buenos Aires, 1989.
[5] Habitus: Para Bourdieu se refiere a los sistemas incorporados de disposiciones o predisposiciones socialmente adquiridas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario